julio 23, 2007

(fragmento)

Este es un fragmento de lo último que estoy escribiendo, espero les guste y dejen sus comentarios, sobre todo las críticasfuertes...



Cuando así caminas por esta ciudad de rostros tristes, te sientes más dentro de todo, más desahuciado y solo. El cielo se nubla, el frío arrecia, el dinero se acaba, llueve.

Entras y en el vagón del metro las personas todas huelen a humedad, a sobaco, a pobreza, esa cosa amarga e insípida que te recuerda los campos de milpa en Oaxaca, con el plomizo sol deshidratando a las personas.

Te sientas y notas que frente a ti está, también sentado, un ser extraño, como lo son todos los humanos. Sus labios son gruesos, más de lo normal; tiene dientes pequeñísimos y una nariz enorme; es moreno, color bronce, con jiotes; sus ojos, lo más sorprendente de su cuerpo, son redondos redorondos, están rojos y cristalinos, parece que quiere llorar, son ventanas al más puro estado de la tristeza.

Lo miras bien, sus cabellos como púas y sus zapatos desvencijados denotan lo precario de su condición económica. Ahora notas que se soba el brazo izquierdo, se lo soba y emite un pequeño reclamo, como un suspiro pero como resistiendo las ganas de llorar. Todo pasa y tú ya no le prestas atención a las personas que se empujan con todo su hedor. Estás más en él que en otro lado.

Piensas que podrías ser tú. En realidad no hay mucha diferencia entre los dos. Es tu hermano, tu papá, y mucho más. De pronto, cuando son más uno que dos, alza su vista y te mira. Es como si te observaras en un espejo del alma. ¿Será tu Odradek? ¿Tu Golem? ¿Tú?

Te ha mirado y seguramente pensó “qué triste se ve ese hombre”. Fue un encuentro intrapersonal. Ambos miraron al mismo espejo en sentidos totalmente opuestos, convergiendo en el instante de la verdad. Ambos se han dado cuenta de qué tan tristes y solos se ven. Ambos comienzan a llorar, pero más por el dolor del otro, que es también el propio.

Lejos, algo en ti desde él, no ya en tu persona, te dice “vuelve”. Le haces caso a eso que no sabes que vino desde otro lado y te dejas llorar solo. Te ves sentado frente a ti con los ojos rojos, cristalinos y soltando pesadas lagrimas tristes. Lloras y no te importa. Siempre te crees tan desde fuera.

Así es aquí, donde se calcinan los sueños bajo la mórbida mirada de los adeptos infames, bajo la plomiza irritación de los verbos cruelmente proferidos por aquellas bocas de basiliscos. Y del ceno del hoyo del sombrero no saldrán más conejos, ni se confundirán los filósofos con mariposas, mucho menos los escuderos tratarán de reenloquecer a sus señores, permitiendo que ese sueño se esfume, sin siquiera haberse soñado porque ahora lo que vivimos es la ilusión del sueño que se adquiere junto con tu Cajita Feliz, una imagen que te roba tus sueños y te regala los de ellos porque es mejor la piel de Palacio de Hierro que la de León, porque si piensas libremente eres loco y te vas a quedar en la miseria porque los locos mueren jodidos.

Así es como nos embarran hasta el cogote con su porquería, nos embarran y no hay ni cómo limpiarse, entonces debes aprender a quedarte esperando lo inesperado como un loco, y tus amigos esperan contigo, ergo, todos están jodidos porque los locos…

Estás con Ella, con él, con ellos, y se creen tan desde fuera, tan heroicos por morir locos, pero muy dentro está siempre el esnob en Ella, en él, en ellos que sendos reparten traiciones pretendiendo la gloria, aunque tal vez entonces la gloria no sea más que eso que llaman experiencia, para estar seguros que no quieren más traiciones ni la gloria.

Pero aun así todo se vuelve un ídem en el que no confías ni en ti, y comienzas a dormir con un ojo abierto, y es peor si eres un ectópago o un cíclope, porque sientes que apenas te voltees Ella, él, ellos, te apuñalarán.

Todo empezó con los infames y los basiliscos, pero a estas alturas la calcinación de sueños se hace a niveles más íntimos, y Ella, y él, y ellos, principalmente Ella y él, son los únicos que pueden hacer de los sueños un fénix, el problema es que nadie sabe cómo, de hecho comienzas a creer que no saben que pueden, sólo sabes que las palabras al final sobran, y las miradas y los abrazaos son más que útiles.

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