febrero 07, 2008

PRIMEROS PASOS EN LA CARLOS SEPTIÉN.

Para mí nuestra historia en la Carlos Septién no empezó sino hasta el primer cigarrillo.

La mayoría estábamos puntuales en el salón a las 18 horas del 21 de agosto del 2006, nuestra primer clase en esta escuela de periodismo estaba a punto de comenzar. El aula estaba pulcramente ordenada y recién pintada, en la entrada un adorno floral nos esperaba con un letrero en el que se leía: “Bienvenidos”. Cada uno de nosotros había tomado asiento en una butaca, nadie permanecía de pie y los pocos que se animaron a platicar con el compañero de al lado lo hacían casi a susurros.

La puerta se abrió. Todos quedamos a la expectativa. Un hombre nos miró con cierto nerviosismo, y en seguida entró para sentarse en una de las butacas; era uno más de nosotros. Así entraron algunos compañeros más. Como a las 18:15 horas entraron seis personas bien trajeadas. Primero nos hablo el director general José Luis Vázquez Baeza para darnos la bienvenida formal a esta institución educativa. En seguida, siguiendo el orden jerárquico, Juan Campos, el director académico, nos dio sus buenos deseos. José Alfredo Páramo, director de servicios escolares se puso a nuestra disposición y anunció que también él sería uno de nuestros profesores. Yumín Montfort Nelly (recepción profesional) y Arnoldo Meléndez (director de administración) también se presentaron.

Luego un recorrido por la biblioteca para conocer a la jefa de servicios bibliotecarios Patricia Belman; y por el estudio de tele y la cabina de radio a cargo de Marco Antonio Salazar Reyes, director del área audiovisual.

Regresamos a nuestro salón y las cinco personas que se habían presentado ya no estaban. Sólo nos esperaba quien no se presentó antes: Antonio Delgado, nuestro profesor de ‘Introducción a las ciencias de la información’. Él nos impartiría también ‘Teoría de la comunicación’ en el segundo semestre. Un maestro en verdad ágil y seguro con sus conocimientos, que siempre nos llevó de la mano por un mundo de teorías informativas. Desafortunadamente la siguiente generación ya no pudo gozar de sus0 tareas y lecturas que exigían el máximo esfuerzo sin que nos parecieran tediosas.

Algunos alumnos y profesores vieron la salida de Antonio Delgado como un acto de nepotismo, pues curiosamente el espacio que dejó fue ocupado por Gabriel Páramo, hijo del director de servicios escolares Alfredo Páramo. Aunque una profesora me explicó que ella sabía que Delgado no podía seguir en la docencia debido a un problema con su cédula profesional.

Sonó la alarma que indica el descanso entre clases. Salimos en calma, no había prisa, no teníamos nada que hacer. Ya en el pasillo cada quien miraba a los otros con reticencia. “¿Cómo te llamas?” “¿Cuántos años tienes?” “¿De dónde vienes?” Ese tipo de preguntas se intercambian sin lograr romper el hielo hasta que Rodrigo sacó los Camel: “¿Fuman?” preguntó a la vez que extendía la cajetilla. Por lo menos siete cigarros fueros arrebatados por unas manos zopilotes que atacaron sin piedad a la moribunda cajetilla que casi quedó vacía, a partir de ahí se desarrolló una plática más fluida

Esa primer noche varios compañeros fueron a un billar cercano a la escuela, y entre humo de cigarros y la piel dorada de la cerveza se comenzó a añejar esta amistad que entre más pasa el tiempo más mejora.

En la semana terminamos de conocer a nuestros profesores: Moi, de Historia del periodismo; Ulises, de Computación; Salvador Ávila, de Geopolítica; Cheryl, de Comunicación oral; Páramo, de Ortografía; Leyva, de Redacción; y Goovinda, de Lingüística.

Páramo, al ver por primera vez al grupo dijo: “En 25 años que llevo en esta escuela nunca había visto un salón donde escasearan tanto las mujeres.”

Con Goovinda hicimos una amistad muy fuerte. Ella nos dio Filosofía en el segundo semestre y gracias su tutoría formamos un círculo de lectura en el participamos por lo menos cinco personas, a pesar de que ya no da más clases en la Carlos Septién, pues entró a la Universidad Autónoma de la Ciudad de México donde le mejoraron tanto el sueldo que también dejó la docencia en la UNAM.

Así es como empezó este mágico trayecto al que en su recorrido se han unido miembros nuevos que siempre son acogidos con fraternidad, como Alex, Chava, Juan, Melisa, Mónica, Nicole y Karla; así como no dejamos de recordar la partida de Adán, Anaid, Emmanuel, Isabel, Itzel, Paola, Parra y Porras.

La historia seguirá, pero para mí ese primer cigarro en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García fue paradigmático.

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